Y fue en ese preciso momento en el que me di cuenta que ya
no me quería. Después de lo que había ocurrido, después de que me había
engañado y yo tontamente lo había perdonado, me di cuenta que él ya no sentía
nada por mí. Su “quería frenarlo poco a poco” lo dijo por sí solo. Frenarlo
poco a poco, ¡qué estupidez! ¿Cómo quería frenar un amor poco a poco? Qué creía,
¿qué los sentimientos son como un tren?
¿Qué posponiendo conversaciones o bloqueándome iba a “frenar” un final
inevitable?
Y entonces dejé de ser la tonta niña enamoradiza y me enojé
con el que alguna vez amé.
Yo no quería a alguien como él en mi vida. Yo no quería un
mentiroso que me apendejara con sus cuentos y después me destrozara cuando
descubriera la verdad porque él no había tenido el valor de decírmelo. Yo no
quería vivir con la constante duda si yo era la única, yo me merecía algo mejor
que lo que él me entregó a medias y agujerado de falsedades. Yo no quería
volver a verlo ni a hablarme nunca más,
y no sólo por despecho y coraje, sino porque yo no me iba a andar complicando
la vida con gente inútil que sólo me causa dolores de cabeza.
Así que me fui. Si alguien me hubiera dicho que yo iba a ser
la que se iría no le hubiera creído, pero quién diría que alejarme fue como
quitarme un peso de encima. Con cada red social en la que lo bloqueaba se
liberaba un peso de mí, hasta que por fin supe que yo ya no lo necesitaba desde
hacía un mes, que lo único que él me estaba causando era un bajón de ánimo
innecesario.
Cabe aclarar que no lo dejé ir, él ya se había ido desde
hace mucho, lo que yo hice fue irme sin nada que explicarle ni nada más que
decirle porque la verdad, no se merece ni la última palabra de esta oración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario